En la anterior publicación expusimos la paradoja de Fermi: No hemos detectado ninguna señal clara de la existencia de civilizaciones extraterrestres avanzadas, a pesar del enorme tamaño y antigüedad del universo, También explicamos la Ecuación de Drake para estimar las civilizaciones que podría haber en nuestra galaxia, y alguna de las explicaciones a esta paradoja más populares.
Otra explicación es que las civilizaciones avanzadas podrían tener una tendencia a autodestruirse, ya sea a través de la guerra nuclear, el consumo descontrolado de recursos, la aniquilación por nuestras creaciones mecánicas o cualquier otra causa. Es lo que propone la teoría de Olduvai . Mi punto de vista es que toda vida tiende a expandirse imperativamente por todos los nichos ecológicos posibles. Se alcanza un equilibrio ecológico cuando las poblaciones son controladas por sus depredadores. Simplificando, el número de depredadores está limitado por el número de presas y viceversa. En la actualidad, no hay un equilibrio ecológico con la especie humana. Ni tenemos depredadores, ni tenemos una única fuente de recursos alimentarios. Por lo tanto, esa expansión programada en nuestros genes y en nuestra psicología nos llevará, primero a llegar al límite posible de los recursos del planeta, y después a competir a muerte por los recursos entre nosotros, hasta terminar con la civilización actual. O bien nos obligará a reinventarnos después de llegar a esta crisis de la existencia humana.
También es posible que las civilizaciones avanzadas existan pero hayan optado por ocultar sus señales y mantenerse alejados de la Tierra para evitar interferir en nuestro desarrollo hasta que estemos preparados psicológica y éticamente. Si nos atenemos a la historia humana, nunca han existido tales consideraciones y, cuando se encuentran dos culturas, en la mayoría de los casos una intenta sojuzgar a la otra y arrebatarle sus recursos. En el mejor de los casos, no dejamos pasar la oportunidad de estudiar in situ a ningún pueblo o cultura, por la curiosidad innata que conlleva la inteligencia. Para un hipotético observador extraterrestre no interesado en nuestros recursos, mantenerse al margen por alguna regla ética sería dejar abandonada a su suerte a una civilización que se dirige rápidamente a una gran crisis en medio de enormes sufrimientos y mortandad. Nosotros a veces salvamos a los cetáceos cuando están varados en la playa, e intentamos preservar las especies en peligro, incluso por motivos egoístas. Ayudar a la Tierra sería lo más lógico para este hipotético observador, incluso por motivos egoístas. A esto se añade que siendo la tecnología avanzada tan escasa en el universo, ellos también tendrían la misma inquietud de comunicarse con los primeros otros seres que encontraran.
Otras ideas apuntan a que simplemente nos ignoran si han traspasado la barrera biológica. No es tan sencillo ni tan rápido traspasar la barrera biológica y convertirse en seres cibernéticos o cuánticos, y no es una elección que pudieran tomar muchas civilizaciones. A las enormes dificultades y obstáculos que eso conllevaría, hay que añadir que no se evitaría el deseo de conocernos por la curiosidad científica que sin duda permanecería en este tipo de civilizaciones. En este sentido, otros argumentan que nuestras herramientas de detección son demasiado primitivas para detectar señales de seres muy avanzados con respecto a nuestra tecnología. A este argumento se le puede dar la vuelta. Estos seres tan avanzados deberían haber dominado el viaje intergaláctico y haberse dado cuenta desde los primeros tiempos de lo prometedor que era el planeta Tierra para la vida compleja y el surgimiento de una civilización. Debieron dejar observatorios dentro y fuera del planeta para documentar cada etapa de la Tierra. También tendrían un plan para establecer una comunicación con la primera especie que pudiera ser interlocutora. No hay ninguna prueba o indicio de tales observatorios.
Lo masivo de los números solo en el universo que podemos observar, con 3 × 1023 estrellas, hace impensable para muchos expertos que no surjan infinidad de civilizaciones intergalácticas y que una proporción importante no tenga la costumbre de ponerse en contacto con las civilizaciones que encuentren. Pero no veo ningún experto que ponga como unos de los principales argumentos que el universo es todavía muy joven. Se necesitan varias generaciones de estrellas para producir metales que formen el núcleo planetas rocosos y la suficiente concentración de elementos químicos esenciales para la vida. Las generaciones de estrellas tardan miles de millones de años por generación.
En la siguiente y última publicación expondré mis argumentos para señalar a la Tierra como una absoluta rareza astronómica como explicación a la Paradoja de Fermi.