Guerra de sexos

El peso de la Evolución en los Humanos parte VIII

En publicaciones previas de esta serie, expusimos con todo detalle cómo gracias a estudios del registro fósil, al análisis de detalles específicos de nuestra anatomía y a diferentes estudios genéticos humanos, se perfila una sociedad paleolítica de jerarquía patriarcal, con mayor número de mujeres adultas que varones, con un cierto grado de poligamia, con uniones duraderas entre la mujer y su varón, con implicación del varón en la crianza y el aprendizaje de su descendencia. Y también como todos esos comportamientos están dictados por la evolución. Aconsejo encarecidamente repasar las anteriores publicaciones de esta serie para ponerse al día de las premisas que apoyan las afirmaciones que emplearé esta publicación. En la anterior publicación, describimos como en el Neolítico las nuevas sociedades intentaron con mayor o menor éxito adaptar esos comportamientos innatos sociales y reproductivos que están tan influidos por nuestra evolución. Ahora intentaré seguir analizando cómo estas tensiones entre las conductas instintivas y las conductas dictadas por la cultura han desembocado en una auténtica guerra de sexos en nuestra sociedad actual.

En la civilización actual ha cambiado mucho la situación desde el punto de vista del varón. Hasta el siglo XIX se mantenía una sociedad patriarcal, en que la mujer debía encontrar como mínimo un varón que le aportara un salario con su oficio para mejorar su situación. Ahora las mujeres no necesitan de un macho proveedor y además tienen exceso de oferta de varones, respecto a su bajo número en el paleolítico. Ellas no tienen la tendencia a practicar todo el sexo posible, como le sucede al varón. Pueden usar esta necesidad del varón como una auténtica arma de control. Esto sigue siendo al fin y al cabo, una competición por los máximos recursos posibles, y nadie renuncia a ninguna ventaja, es llanamente para ellas seguir sus instintos. El arma de control a través del sexo la pueden usar no sólo para imponer la monogamia. Con el exceso de varones, ahora el cortejo del varón tiene que subir de calidad y de grado para poder tener éxito. Muchas veces las mujeres obligan a que en el cortejo, el varón admita modelos culturales e ideológicos no basados en nuestra naturaleza, sino en modelos que les beneficien a ellas en exclusiva, sin remordimiento alguno. Es la ley de la oferta y la demanda, el que no comulgue con estas ideas impuestas va a tener problemas para practicar sexo, puede incluso tener problemas para tener pareja estable. Hoy, muchos varones beta de poco rango, en el cortejo tienen que reconocerse como feministas, ecologistas, o cualquier otro capricho ideológico que se les exija en ese momento. Lo peor es que de tanto abjurar de su verdadera naturaleza, el varón termina haciendo suyas esas ideas, lo que termina proyectándolas en la cultura, la ideología y en las leyes de los países.

Ideologia de genero

Todo esto ha cambiado la sociedad de arriba abajo, y se ha terminado plasmando en la mayoría de las sociedades occidentales en muchas leyes basadas en la Ideología de género, que muchas veces son injustas, pero están en vigor. La mitad de la población no puede perder su derecho a la presunción de inocencia por ser varones. El interrogatorio de una sola de las partes, de una mujer, no debería ser probatorio de delito, no se debería invertir la carga de la prueba. Ser hombre no debería ser considerado como un agravante en ningún delito. Ser mujer no debe implicar privilegios de custodia de los hijos y los consiguientes privilegios jurídicos y económicos en los casos de disolución del vínculo conyugal, por unas leyes que velaban por las mujeres desamparadas del siglo XIX, pero que mantienen las asimetrías de trato en el siglo XXI, llegando en algunos casos a provocar infiernos personales. Ser mujer no debería implicar discriminación positiva de ningún tipo. En realidad, el varón está mediatizado por millones de años de evolución que condicionan realmente su comportamiento y reacciones instintivas. De acuerdo a muchos estudios, la testosterona se considera como una sustancia capaz de alterar la conducta, y ser varón implicaría actuar bajo los efectos de una droga, lo que convertiría el ser varón en un atenuante en el caso de algunos delitos.

No solo hay egoísmo o cobardía cuando mujeres u hombres consiguen o permiten alienar al varón, hay muchísimos intereses económicos nada limpios. Sobre todo beneficios para las instituciones y las personas que se enriquecen de los conflictos entre los sexos. El feminismo mal entendido, aquel que busca discriminar y alienar al hombre, es un gran negocio. Innumerables institutos, residencias, centros de acogida, centros de adoctrinamiento, talleres de re-educación, asesores, ministerios enteros, secretarías de estado, psicólogos, abogados, jueces… todos sacan una tajada indecente cuando la mujer es protegida de un varón que es considerado siempre un presunto culpable.

Tras millones de años en que la supervivencia de la raza humana y del grupo han dependido de su buen liderazgo y de estar dispuesto a sacrificar la propia vida en defensa del grupo, ahora al varón se le exige que por el bien de la sociedad renuncie a su naturaleza innata, al predominio de su jerarquía, a cualquier tipo de violencia, a ser competitivo, a considerar a su pareja como su propiedad, a cambiar sus tendencias naturales, ahora claramente inconvenientes. Pero es que también se le exige que acepte leyes donde se le considera ciudadano de segunda categoría y que viva en una sociedad asimétrica. Y estas leyes injustas no van aliviar las tensiones y la violencia, sino que incluso va a agravarlas, generando una auténtica guerra de sexos.

Para rematar el cuadro, en la sociedad actual los varones con más poder son objeto de la preferencia de muchas hembras, sacando injustamente también todo el provecho posible. Solo ellos pueden alcanzar lo que antes cualquier varón del paleolítico tenía, como hemos explicado en otras publicaciones. Esta diferencia entre las expectativas inconscientes de los varones actuales de tener disponibles diferentes hembras, frente a la realidad no tenerlas a menos que se llegue a alcanzar mucho poder, espolea la competencia entre los varones, sube de grado la tendencia innata a conseguir el el liderazgo cueste lo que cueste. Estamos en una espiral de rivalidad entre los varones por conseguir el mayor enriquecimiento, de la que también surgen mucha agresividad y violencia. Vivimos en una sociedad muy tensionada a varias bandas, una situación muy peligrosa que hace a los individuos más proclives a la radicalidad y a las naciones más proclives a los conflictos, sean grandes o pequeños.

Sigue la siguiente publicación para conocer como podrían superarse las tensiones de la guerra de sexos y el aumento de la rivalidad entre los varones, y el resto de los conflictos originados cuando los comportamientos instintivos colisionan con las conductas que se esperan en nuestra civilización. Intentaremos descubrir si podemos superar nuestra tendencia a la violencia, a arrebatarnos los derechos y los recursos los unos a los otros, a agruparnos frente al supuesto enemigo, a acaparar poder, a seguir ciegamente a un líder y a sacar ventajas de situaciones injustas. En la última publicación de esta serie exploraré si tiene solución la especie humana.